UN PASO MÁS HACIA LA COMPRENSIÓN DE LOS SUMIDEROS DE CARBONO DE LOS ECOSISTEMAS MARINOS

Los ecosistemas marinos costeros, en particular las praderas marinas, los manglares y los humedales o marismas de influencia marina, tienen una gran capacidad de almacenar carbono (en forma de carbono orgánico) que ayuda a reducir la concentración de CO2 en la atmósfera y puede por lo tanto contribuir a mitigar los efectos del cambio climático.

Sin embargo, el carbono retenido por los ecosistemas marinos costeros (popularmente llamado carbono azul) se excluye de los créditos de carbonio (http://canviclimatic.gencat.cat/ca/politiques/acords_internacionals/protocol_de_kioto/mecanismes_del_protocol/). Esto se debe a la falta de orientación a la hora de estimar las emisiones de CO2 que se producen al degradarse estos ecosistemas. Prácticamente todo el carbono de dichos sistemas se encuentra almacenado en el subsuelo y la estimación de las emisiones de CO2 derivadas de su degradación es más compleja e incierta que en el caso terrestre, donde la mayor parte se encuentra en la parte arbórea.

Para resolver este aspecto y facilitar la inclusión del carbono azul en los proyectos de conservación de los ecosistemas marinos costeros, un estudio liderado por The School of Biological Sciences de la Universidad de Queensland, Australia, y en el que ha participado Aurora M. Ricart del Centre d’Estudis Avançats de Blanes (CEAB-CSIC), ha examinado los procesos que influyen en las emisiones de CO2 de los ecosistemas marinos costeros a fin de desarrollar un marco de evaluación de riesgos que facilite la toma de decisiones que priorizan la conservación de aquellos lugares que minimicen y revierten las emisiones de CO2.

De este modo, han establecido un medio para priorizar la gestión de los valores de carbono de ecosistemas marinos costeros y apoyar así la conservación y restauración de tan preciadas reservas, basándose en el potencial de emisiones de CO2 a consecuencia de su pérdida o degradación.

LOS INNUMERABLES BENEFICIOS DE LOS ECOSISTEMAS MARINOS COSTEROS EN EL ALMACENAMIENTO DE CARBONO AZUL

El carbono azul es el carbono que la vegetación de los ecosistemas marinos costeros fijan a través de fotosíntesis y lo fijan y acumulan en el suelo en forma de carbono orgánico, extrayéndolo así de la atmósfera. Estos ecosistemas, los cuales se dividen entre las marismas o humedales con influencia marina, los manglares y las praderas o herbazales de fanerógamas marinas como la posidonia, almacenan enormes cantidades. Este carbono almacenado es lo que conocemos por Carbono Azul o Blue Carbon.

Estos ecosistemas cuentan con grandes reservas de carbono orgánico bajo tierra, es decir, son sumideros de carbono, donde el carbono secuestrado por el ecosistema excede la tasa de carbono perdido a través de la respiración y la exportación. Desgraciadamente, las reservas de carbono son vulnerables y, ante perturbaciones, se descomponen y degradan, y el carbono orgánico retenido durante cientos y miles de años se libera a la atmósfera en forma de CO2.

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La destrucción y degradación de los ecosistemas naturales, marinos o no, representa aproximadamente el 30% del CO2 emitido a la atmósfera, lo que ayuda a impulsar el calentamiento global. Las perturbaciones son una de las causas, pero la mala gestión es otra muy importante. Es por este motivo que hay que conservar la salud de los océanos de manera que el sistema capture y almacene el carbono de forma más eficiente.

Por otro lado, estos ecosistemas proporcionan una amplia gama de servicios ecosistémicos que favorecen a las pesquerías, la biodiversidad, la protección de la costa y la mitigación del cambio global. Por ello, debido a las crecientes amenazas de que son víctimas, se han tenido que desarrollar estrategias enfocadas a preservar y mejorar estos sumideros de carbono y reducir la concentración de gases de efecto invernadero.

 

COMPRENDER LAS RESERVAS DE CARBONO AZUL PERMITIRÁ CONSIDERARLAS PARA LOS CRÉDITOS DE CARBONO.

La evaluación del riesgo de emisiones de CO2 debidas a la pérdida de los ecosistemas naturales o derivadas de perturbaciones que resultan de la alteración del ambiente físico y/o biogeoquímico del suelo donde se ha acumulado el carbono orgánico, se basa en el conocimiento del tamaño del stock (cantidad) de este carbono en un lugar determinado y la probabilidad de que se descomponga y se libere a la atmósfera.

El marco de evaluación de riesgos elaborado por ahora de forma cualitativa, proporciona una vía estructurada que ayuda a estimar el riesgo de emisiones de CO2 haciendo posible valorar las reservas de carbono y facilitando a las administraciones la toma de decisiones que las minimicen y las reviertan. Esta propuesta de evaluación de riesgos podrá ampliarse a un marco cuantitativo a medida que existan más estudios sobre las reservas de carbono y su variabilidad, y sobre las tasas de remineralización del carbono orgánico del suelo, proceso por el que se transforma en CO2 .

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