Los episodios de calor extremo en el agua se están convirtiendo en la nueva normalidad en el Mediterráneo. Se producen en toda la cuenca y perjudican gravemente a las especies autóctonas. En cambio, benefician a las invasoras, la mayoría de las cuales provienen de aguas más cálidas. La última revista temática del CSIC, Óceanos, dedica un apartado a esta cuestión.
Se explican de forma resumida las conclusiones de un estudio publicado en 2022 en la revista Global Change Biology, liderado por el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) y en el que también participó el Centro de Estudios Avanzado de Blanes (CEAB-CSIC), además de otras instituciones de investigación tanto nacionales como internacionales.
El trabajo mostraba que las poblaciones de más de medio centenar de especies autóctonas (incluyendo corales, esponjas y macroalgas, entre otros) se habían visto gravemente afectadas por la serie de oleadas de calor sucedidas entre 2015 y 2019, sufriendo incluso episodios de mortalidad masiva recurrentes a lo largo de estos cinco años. La investigación se desarrolló a lo largo de miles de kilómetros de costas mediterráneas, desde el Mar de Alborán hasta las costas de Oriente Próximo, permitiendo obtener una imagen muy completa de los impactos de las oleadas de calor marismos sobre los diferentes organismos y ecosistemas mediterráneos .
“Los impactos de las mortalidades se observaron entre la superficie y los 45 metros de profundidad, donde las oleadas de calor marinas registradas fueron excepcionales, afectando a más de un 90% del Mediterráneo y superando los 26ºC en algunas áreas”, detalla Joaquim Garrabou, investigador del ICM-CSIC y uno de los autores del estudio.
Las especies clave, las más perjudicadas
Algunos de los animales y plantas más afectados por los episodios de mortalidad masiva son clave para la biodiversidad y la buena salud general de los ecosistemas mediterráneos. Entre ellos se encuentran, por ejemplo, las praderas de Posidonia oceánica, las poblaciones de gorgonias o las macroalgas.
Emma Cebrian, investigadora del CEAB-CSIC y una de las autoras del estudio, explica que vienen a ser “los árboles” del mar. «Dan estructura al hábitat»; de modo que si se pierden, desaparece la vida que depende de ella.
Con el estudio de lo que ahora se ha hecho eco la revista Océanos, el equipo ha podido demostrar que existe una relación positiva significativa entre la duración de las oleadas de calor y la incidencia de los eventos de mortalidad. A mayor duración del episodio de calor extremo, mayor mortalidad.
“Los acontecimientos de mortalidad masiva en el Mediterráneo son equivalentes a los de blanqueamiento observados también de forma consecutiva en la gran barrera de coral de Australia, lo que sugiere que estos episodios se están convirtiendo en la norma más que la excepción”, explica el profesor de la Universidad de Alicante (UA) y también coautor del estudio Alfonso Ramos.
Por todo ello, las investigadoras e investigadores instan a actuar ante la emergencia climática y reforzar la coordinación entre los diferentes actores para hacerlo con la máxima efectividad y rapidez posible. Y subrayan que, además del aumento de la temperatura, debe encararse urgentemente amenazas tanto o más graves como la construcción/urbanización, que sigue siendo la responsable de la desaparición de infinidad de ecosistemas litorales y marinos, la contaminación que llega a los mares y océanos, o las actividades nocivas, como la sobrepesca, el fondeo irresponsable de embarcaciones o la excesiva frecuentación de espacios naturales.