Un estudio internacional liderado por el CEAB-CSIC y publicado en la revista Nature Communications presenta el primer balance global del carbono azul que acumulan las praderas submarinas en la parte viva de la planta. Según los resultados, sus hojas, rizomas y raíces llegan a retener hasta 40 millones de toneladas de carbono, sumando todas las del mundo. A esta cifra hay que añadir la que queda almacenada bajo el suelo marino, que puede permanecer secuestrada durante miles de años, mientras la pradera se conserve. Los datos confirman que, a pesar de ocupar una extensión muy reducida, estos ecosistemas desempeñan un papel clave en la absorción del CO₂ presente en la atmósfera, en su transformación y retención.
La investigación ha sido liderada por el Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB-CSIC) y la entidad BIOSFERA Research & Conservation, y ha contado con la participación de la Edith Cowan University (Australia), la University of Western Australia, la James Cook University, el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC), la King Abdullah University of Science and Technology (KAUST) y el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (CONICET, Argentina).
Es el primer “inventario” global de los sumideros de carbono azul que representan las praderas de fanerógamas o plantas marinas. Proporciona tanto los cálculos del CO₂ que captan, como de su producción —es decir, de la transformación del dióxido de carbono en nueva biomasa vegetal—, así como del stock que almacenan. También ofrece cifras de las emisiones derivadas de su pérdida.
Además de ofrecer una visión global, el artículo aporta datos detallados por regiones y países del mundo y por tipo de pradera. Esto permite cuantificar el papel de cada una, de cada región, de cada mar y cada océano en el ciclo del carbono y facilita que cada territorio conozca la importancia de sus praderas marinas.
Las praderas marinas: un tesoro oculto
Las praderas de plantas marinas, como la posidonia, cubren una extensión de entre 160.000 y 266.000 km² en el planeta. A pesar de su reducida dimensión, funcionan como auténticos “bosques azules”: captan CO₂, uno de los principales gases que calientan el planeta, lo transforman en carbono orgánico mediante la fotosíntesis y lo almacenan en sus hojas y raíces. Una parte de este carbono queda incorporada al suelo marino, donde puede permanecer secuestrado durante milenios; todo el tiempo que la pradera perdure.
Este proceso las convierte en sumideros naturales tan eficientes que, por unidad de superficie, son comparables o incluso superiores a los bosques tropicales. De media, acumulan unas 1,5 toneladas de carbono por hectárea en la parte viva de la planta y fijan casi 7 toneladas cada año.
Diferencias según géneros y regiones
La capacidad de captura varía según géneros. Las praderas de géneros persistentes, como las de posidonia en el Mediterráneo, acumulan más carbono en su estructura, mientras que los géneros oportunistas y colonizadores destacan por la rapidez de crecimiento y la alta capacidad de capturar CO₂ año tras año.
También hay diferencias claras entre mares. En el Mediterráneo, por ejemplo, las praderas retienen mucho carbono bajo el suelo marino, pero su ritmo de captación anual es moderado. En cambio, en regiones como el Pacífico norte o el Atlántico templado, ocurre lo contrario: las praderas están formadas por plantas más pequeñas y menos duraderas, pero con un crecimiento muy rápido que captura más CO₂ que las mediterráneas. En otras palabras: unas acumulan más carbono a largo plazo, mientras que otras destacan por la velocidad con la que fijan este gas.
Amenazas y emisiones evitables
A pesar de su papel clave, las praderas marinas sufren regresiones constantes a causa de la presión urbanística, la contaminación y el calentamiento global. Su pérdida genera entre 154 y 256 gigagramos de CO₂ equivalente cada año, derivados sólo de su parte viva. Australia, España, México, Italia y Estados Unidos concentran más del 80% de estas emisiones vinculadas a la pérdida de praderas marinas.
Mercados de carbono azul y reparación de la naturaleza
Los investigadores señalan que estos datos abren la puerta a incluir las praderas marinas en los mercados de créditos de carbono, junto a bosques, manglares y marismas. Esto podría impulsar su conservación y restauración.
“Las praderas marinas son una pieza fundamental en la lucha contra el cambio climático. Conservarlas no sólo preserva la biodiversidad, sino que también evita emisiones y contribuye a capturar carbono de manera natural”, destaca Enric Gomis, estudiante de doctorado en el CEAB-CSIC y BIOSFERA, y primer autor del estudio.
“Lo novedoso de este trabajo es que, por primera vez, disponemos de un balance mundial del carbono azul de las praderas submarinas. Esto nos permite comprender mejor su papel en el planeta y abrir la puerta a políticas globales de conservación y mercados de créditos de carbono, además de otras iniciativas para restaurar la naturaleza y beneficiarnos de sus servicios ecosistémicos”, añade Òscar Serrano, investigador del CEAB-CSIC y coordinador de la investigación. “Está demostrado que las praderas marinas son una pieza fundamental en la lucha contra el cambio climático. Conservarlas- además de salvaguardar la diversidad de formas de vida marinas, mejorar la calidad del agua o proteger la costa- retira CO₂ de la atmósfera”, concluye el investigador.
Los autores recuerdan que la protección de estos ecosistemas es una herramienta natural, altamente eficiente, y también rentable, para afrontar el reto climático global. En un momento en que urge reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y potenciar todo aquello que las mitigue, la protección de estos “pulmones azules” se revela como una solución factible y poderosa.
Ref. Article: Gomis, E., Strydom, S., Foster, N.R., et al. Global estimates of seagrass blue carbon stocks in biomass and net primary production. Nat Commun 16, 9530 (2025). https://doi.org/10.1038/s41467-025-64667-6